Se le asigna el número dieciocho en la baraja de tarot y se trata de la carta más misteriosa y esquiva del oráculo. Su connotación es fuertemente espiritual y nos habla de una situación confusa, en la que nada es loa que parece y cuyas intenciones ocultas están a la orden del día. La aparición de La Luna nos advierte acerca de que todo lo que vemos, no es más que la mera punta del iceberg. Lo más importante permanece oculto bajo la superficie. La gran diferencia entre la carta al derecho y al revés, es que en este último caso, las intenciones que nos ocultan albergan malicia e intenciones de beneficiarse a costa nuestra.
La persona que es afectada por esta carta, es alguien que ha perdido el rumbo en la vida y cuyo pasado la está afectando de manera colosal. Le cuesta liberarse de la culpa y del remordimiento. Tiene mucho para trabajar en sí mismo para lograr perdonarse y así poder seguir adelante sin el peso que las emociones negativas le confieren a nuestra travesía por la vida. La Luna nos habla del inconsciente, el cual ha cobrado más importancia que nunca y que nos afecta de forma tal que nos cuesta asumir que el malestar proviene de nuestro interior.
Por último, La Luna es un arcano que dirige nuestra atención hacia aquellas cosas que nos molestan y que solemos criticar en las personas que nos rodean: esas cosas no son más que nuestros propios defectos reflejados en los otros. Por lo tanto, no es mediante nuestra ira hacia los demás que los resolveremos, sino trabajando en nuestras propias falencias. Las fallas no son de los otros, sino nuestras.
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