La carta número diez del tarot es una de las más dinámicas que existen. A su vez, es una mezcla entre lo que ocurrirá de manera indefectible y del libre albedrío. Hay un destino que está marcado y que es inamovible, pero tal destino dependerá del obrar que hemos tenido en el pasado. El karma se hace presente para cobrarse una deuda que tenía pendiente o, si nuestro proceder ha sido correcto y respetuoso con el prójimo, vendrá para devolvernos lo que en su momento nos quitó. Si la carta sale invertida, significa que el porvenir se torna gris y el futuro es incierto y peligroso. Cuando hemos actuado de forma negligente, la lección que recibiremos es mucho más severa de lo que merecemos.
Sea cual sea la situación sobre la que se esté consultando, esta carta no brinda la respuesta que una persona estable quiere recibir. Su aparición es el anuncio de la inestabilidad y de los acontecimientos impredecibles. Quienes creen controlar su destino, se llevarán una impactante sorpresa al percatarse de cuántas cosas son patrimonio exclusivo de esa parte del porvenir sobre la que no tenemos potestad alguna. Es importante aceptar que, si bien somos dueños de nuestra vida, esta es afectada por hechos que no tenemos la posibilidad de modificar. La realidad está conformada por aquello que queremos y por aquello que es de una determinada manera que no podemos cambiar.
Por último, la carta nos insta a dejar de intentar controlar factores tan caprichosos como los sentimientos. Podemos modificar nuestra consulta, pero no podemos decidir lo que sentimos y hacia quién dirigir nuestros afectos.
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